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  • 6º Ferrández Cruz 18/19

T/ Delhy Tejero

Actualizado: 26 may 2019



Delhy Tejero nació en 1904 en Toro( Zamora) y murió en Madrid el año 1968.

Huérfana de madre desde muy pequeña, mostró muy pronto un carácter rebelde, que la llevaba a dibujar a escondidas continuamente, transgrediendo lo que, en aquella sociedad provinciana y asfixiante, parecía impropio de una niña, hasta lograr que su padre aceptara su ingreso en una fundación local vinculada a la Institución Libre de Enseñanza para recibir clases de dibujo. No obstante, cuando su progenitor decidió enviarla al Colegio de San Luis de los Franceses de Madrid en 1925, lo hizo con la intención de que recibiera allí clases de taquigrafía, francés y, cómo no, corte y confección.

Pero la capital, que la deslumbró con la pujanza de su creatividad, acrecentó en ella sus deseos de ser artista, y, en cuanto pudo, volvió a su vocación estudiando en la Escuela de Artes y Oficios, primero, y en la de Bellas Artes, a continuación, donde intimaría con otras compañeras no menos inquietas, como Maruja Mallo, Francis Bartolozzi o Remedios Varo, a las que más tarde, durante su estancia en la mítica Residencia de señoritas creada por María de Maeztu, sumaría la de otras pioneras de aquella oleada feminista como Josefina Carabias, Marina Romero o Mariquiña Valle-Inclán.

Es en esa época cuando empieza además a construir un personaje que reafirme su condición independiente: viste trajes que ella misma se fabrica, utiliza una capa de color negro, el mismo color con el que pinta sus uñas, fuma cigarrillos en boquilla larga y hace alusión a sus brujitas benéficas –unas muñecas que ella misma se ha fabricado– como las inspiradoras de su arte. Todo lo cual, sumado a su cabello oscuro y al tono bronceado de su piel, le confiere el aspecto de una especie de «femme fatale» que, además, cambia su nombre real de Adela por el de Delhy, como homenaje a la capital india y como reconocimiento a la poesía de Tagore.

El caso de Delhy Tejero es una de esas flagrantes cuentas pendientes que la pintura española aún tiene contraída con quien por encima de su circunstancia trató de mantener un lenguaje pictórico que evitó un nuevo desentono de la pintura hecha en España en relación con el panorama estético europeo.

En realidad, la incorporación de la mujer a la aventura de la vanguardia no cuenta en España con demasiados ejemplos contrastados.

Delhy es una de ellas, oscurecida por la dispersión subterránea de su producción tanto por su personal actitud huidiza a lo largo de su vida. En uno de sus últimos diarios dejó escrito en un apunte “la anécdota no es pintura”.

Su personalidad, por otra parte, es fascinante: una viajera errante por Europa y Marruecos, celosa defensora de su independencia, capaz de soportar toda sobriedad con tal de mantener un continuo acercamiento al ministerio de la pintura , la postura de Delhy fluctuó entre una ansiedad por asimilar las diferentes oleadas renovadoras que irrumpieron durante los años 20 y 30 del siglo pasado y una paciente labor de intuitiva investigación en la España anémica de las décadas posteriores a la Guerra Civil.

No debe olvidarse que Delhy Tejero forma parte, por edad y por formación estética, de la generación del 27. Pertenece por derecho , pues, a esa facción de la generación que será luego conocida como “ el otro 27”, hombres y mujeres un tanto desatendidos al quedar sepultados bajo la sombra descomunal de esos otros autores que todos hemos invocado tantas veces. La pintora Delhy Tejero parece encarnar en si misma la dura experiencia de no poder contar con una identidad suficientemente sólida y suficientemente visible, como para moverse tras los años de aprendizaje, con confianza en una época y en un espacio difíciles.

Así Delhy estaba colocada en las peores posiciones para asumir con suficiente naturalidad esa tensión histórica: era mujer, pertenecía a una familia de hondas convicciones religiosas y tradicionales, había nacido en ámbito alejado del bullicio en que se resolvía el mundo en aquellos momentos y, para colmo, sintió enseguida el aliento del arte.

Tres factores condicionaron la evolución estética e ideológica de la artista Toresana: el fuerte ancestralístico de su lugar de origen, la formación de corte regeneracionística que ella vivió en Madrid y la atracción irresistible de las novedades de todo tipo que ya imperaban desde antes de los años 20.

La exposición conmemorativa que ahora se presenta en Toro, cincuenta años después de su muerte, deja suficientes pistas como para que cualquiera comprenda qué poca justicia se ha hecho con una artista cuya recuperación sigue siendo responsabilidad ineludible de quienes sentimos que aun es tiempo de revelar en toda su extensión la importancia de una pintora que soportó con entereza el accidentado siglo XX en el que vivió, trasladándolo a su pintura.


Resumen realizado por ÁNGEL SÁNCHEZ ALEDO 6º de Primaria CEIP Ferrández Cruz


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